¿Qué sucede cuando falla la comunicación?
Los procesos comunicacionales suelen presentar dificultades, vicios y ruidos que impiden que los mensajes y la información, sean traspasados de manera correcta y eficaz desde el emisor al receptor. ¿Qué vicios podemos distinguir en la comunicación que tenemos en las situaciones cotidianas?
Existen a los menos nueve vicios en la comunicación. Estos son:
Comunicación discordante: Consiste
en decir algo verbalmente y desmentirlo con los gestos y las actitudes. Por
ejemplo: “Me interesa mucho lo que Ud. dice…” expresa alguien mientras atiende
otras cosas, el televisor o computador por ejemplo. En este tipo de
comunicación hay oposición entre los sentimientos y lo que se expresa. La
persona no se atreve a decir ni a reconocer sus verdaderos sentimientos por
problemas de autoimagen o del “qué dirán”.
Comunicación competitiva: consiste
en tratar de superar la experiencia de otra persona con la cual estamos conversando:
“Eso no es nada, yo sí que tengo un problema grave”. Este tipo de conversación
se puede referir a cualquier materia (éxitos, logros, fracasos, dificultades,
enfermedades, etc.) Sin duda tiene que ver también con la autoimagen.
Inconscientemente la persona competitiva necesita llamar la atención,
concentrar admiración, preocupación u otro sentimiento que la haga sentirse
aceptada o atendida. Resulta muy desagradable para el interlocutor, que no se
siente escuchado y se considera disminuido por el otro. Se acompaña
frecuentemente con la interrupción del discurso del otro, es una verdadera
competencia por quien dice más y mejor.
Comunicación aleccionadora: Este
vicio, muy común, consiste en decir a los demás lo que deben hacer,
sermoneándolos, como si ellos no tuviesen la capacidad de resolver por sí
mismos sus propios problemas. No se debe confundir con las instrucciones u
órdenes. En la actitud aleccionadora siempre hay un tono de superioridad, que
puede ser de altanero hasta afectuoso. “Hágalo como yo”, “¿Quiere el mejor
consejo de su vida? ¡Hágame caso!”. Una persona aleccionadora provoca
sentimientos de rechazo.
Comunicación acusatoria: La
principal característica de esta forma de comunicación consiste en que se
atribuye a los otros rasgos negativos en su personalidad. Se es acusatorio al
decir: “Usted es impuntual” o “irresponsable”, o “flojo”, o “descuidado” por
ejemplo. Siempre se puede decir lo mismo refiriéndose a un hecho objetivo, sin
necesidad de incurrir en una descalificación personal. Es una de las formas más
agresivas de comunicación verbal, y además suele generar mucho rencor en quien
la recibe.
Comunicación indirecta: (no dice
quién, dice qué). Se caracteriza por “pedir sin pedir”. Por ejemplo: “se quedó
la puerta abierta”, “hay que apagar la luz”. Esta forma habitual, indica
posibles actitudes internas, también ligadas a la autoimagen: “no soy digno de
pedir lo que necesito”, “no me voy a rebajar para pedirlo, le dejo la
iniciativa a otro”. Quien se comunica así, hace que los demás pregunten ¿por
qué no dirá las cosas por su nombre?.
Comunicación poco concreta: (no dice
qué, ni quién hizo las cosas). Es una comunicación vaga: “Hay ciertas cosas que
se están haciendo mal…”, “hay algunos que están creando problemas…” Las cosas
que están así en el aire, dejando una sobra de duda o de sospecha. Es una forma
de comunicación muy inadecuada, que crea un mal clima, amenazando la autoimagen
de quienes deben sufrirla.
Comunicación manipuladora: Es
aquella en la que se trata de obtener algo del interlocutor utilizando
necesidades afectivas de éste: “Hágalo usted, que es tan buena persona…” Se
manipula la autoimagen del otro, que no se atreve a perder el premio a su
calidad de “buena persona”.
Comunicación generalizadora: El
emisor no asume personalmente lo que dice. Es habitual “la empresa quiere tal
cosa”, en vez de “yo le pido que haga esto”. También es común decir: “todo el
mundo está de acuerdo”, en vez de “yo creo que es así”. Sin duda que el asumir
personalmente lo que se dice compromete mucho más la autoimagen que hablar
generalizado.
Comunicación bifurcada: Se llama así
a la comunicación en que la persona no va directamente al punto o se sale de
él. La emplea corrientemente el que no se atreve a hablar de algo. Alguien
quiere llamar la atención sobre un punto. Por temor, da rodeos y prolonga el
momento con introducciones y explicaciones previas.
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